sábado, 3 de mayo de 2014

El pequeño dios



Ojalá tuviera un dios para agradecer este día.
A veces me propongo creer ciegamente
en tu existencia.
Pero me duele. No estás.
Primero, no estás donde en mi mundo te buscan.
Segundo, no te siento ni lo más mínimo.
Eres una ensoñación. Un regusto
a galleta recién hecha.
Y todos mis temores se alivian.

Eres como una sedación.
Más que un dios, quisiera que fueras
mi ángel de la guarda.
Que yo te hablara y tú me estuvieras escuchando.
Perenne.
Ojalá me pudieras proteger con tus grandes manos
de dios.
Ojalá pudieras mecerme en tus suaves manos de dios,
que tu barba sea la cortina de una fresca noche.
Y tú me dices que puedo,
que avance, que vaya, y el mundo
me es un paseo.
Es perfección. 


Laura Díaz-Meco