domingo, 22 de septiembre de 2013

Gracias a mis amigos



Mi alma se embebe
de la paz de los recién nacidos,
de los mimados dulces y dormidos.
Y mi sonrisa se convierte
en fresas,
en pastel de chocolate,
en eternidad.
Incluso las ruinas casi cenizas,
casi nada,
que vagan como almas en pena
por mi pensamiento,
aquellas que me desarman, me derrumban,
se hacen bombones. Son
murmullos que callan.

Y cuando vuelvo en autobús  a casa,
me imagino madre o abuela,
(galletas tostadas),
vuestras bromas,
(helado de nata y caramelo),
vuestros consejos,
(bizcocho al limón),
vuestro cariño,
(tocino de cielo),
en medio de estos caminos de esperanza
que los creo míos,
que los creo broches de cena,
y llevaros siempre conmigo,
desde la miel del alma hasta mi boca
o en mi mirada.


Laura Díaz-Meco